El filósofo Carlos Fernández Liria y la historiadora Silvia Casado Arenas publican una réplica exacta a la del novelista, más cruda y menos equidistante: "No miente, pero no es objetivo".
La Guerra Civil contada a los jóvenes ya tiene contestación: ¿Qué fue de la Guerra Civil? Nuestra historia explicada a los jóvenes. Un año y medio después de la aparición de la equidistante obra del novelista Arturo Pérez-Reverte, publicada por Alfaguara, aparece la contestación del filósofo Carlos Fernández Liria y la historiadora y profesora Silvia Casado Arenas, en Akal. Y las diferencias son abismales, a pesar de que la novedad es una réplica editorial al original.
Han planteado un interesante debate para caldear los escaparates de las librerías y el conocimiento de los lectores juveniles: mismo tamaño, similar estructura y extensión, una fórmula didáctica clavada. La ofensiva es llamativa a simple vista, y al abrirlos aparecen dos visiones muy enfrentadas. Una amable y otra cruda. Con el libro de Akal, la visión de Pérez-Reverte se descubre limitada a la guerra, mientras que la contestación abarca hasta nuestros días. Porque, como asegura su editor Tomás Rodríguez, “nuestra democracia es hija de esa Guerra Civil, nos guste o no”.
Cuenta el editor que cuando apareció el libro del académico reaccionaron en contra, porque su idea es mostrar que en esta guerra no hubo inocentes, que todos fueron culpables. Cada libro defiende posturas distintas: uno defiende el consenso, el otro que el consenso es inviable. “Nuestra versión obedece a la necesidad de poner en cuestión el relato establecido”, asegura Rodríguez. Carlos Fernández Liria explicó en su día a este periódico que “el libro de Pérez-Reverte no miente, pero no es objetivo por todo lo que calla”.
Contra la equidistancia
Así que han publicado el mismo libro, pero contándolo de otra manera. Para Fernández Liria lo más peligroso es la equidistancia. “Lo que cuenta el libro de Pérez-Reverte es, en general, muy cierto. Ante todo, pretende ser equidistante, sin renunciar, desde luego, a denunciar el Golpe de Estado de Francisco Franco y sus aliados, el fascismo italiano y el nazismo alemán”, se puede leer en el prólogo. “Sin embargo, la equidistancia respecto a los acontecimientos históricos no depende tan sólo de lo que se dice. También depende de lo que no se dice”. Reclaman menos azúcar, en la revisión de los hechos.
El principal objetivo de esta nueva Guerra Civil contada a los jóvenes es, precisamente, “sacar a la luz algunos aspectos de la guerra que también son ciertos y deben ser tomados en cuenta”. Y añaden que “ser equidistante, cuando se trata de víctimas y de verdugos, consiste en identificar a las víctimas y señalar a los verdugos”. En el prólogo del libro de Pérez-Reverte, el novelista escribe: “Todas las guerras son malas, pero la guerra civil es la peor de todas, pues enfrenta al amigo con el amigo, al vecino con el vecino, al hermano contra el hermano”.
La historiadora Silvia Casado también señala en la equidistancia el mayor problema del libro de Pérez-Reverte. “La Guerra Civil no se puede contar desde la equidistancia ni desde la llamada tercera España, porque no hubo dos bandos: fue un Golpe de Estado contra la democracia y no una guerra entre hermanos. A los españoles no nos da por matarnos cada cierto tiempo. Pérez-Reverte, al que admiro como novelista, no falta a la verdad, pero obvia hechos trascendentales”, cuenta a este periódico.
Ambos volúmenes coinciden en divulgar para no repetir, contar para no enfrentar, dar luz sobre hechos que no deberían haber ocurrido nunca. El nuevo es también mucho más crudo en las ilustraciones. El arte de Fernando Vicente y el de David Ouro son tan distintos, como el enfoque de los escritores. Las ilustraciones del primero tratan de templar la revisión del pasado, las del segundo son más amargas.
La misma portada del primero es un hermanamiento entre bandos, la del otro, un enfrentamiento entre Manuel Azaña y Franco-Millán Astray. “El ilustrador sólo responde al encargo. He utilizado una línea rota, que lo hace más duro. El trabajo de mi admirado Fernando Vicente es mucho más delicado, un estilo excepcional. Yo después de leer el libro opté por la línea más dura, porque era algo más beligerante”, cuenta Ouro.
Pero la diferencia más llamativa entre el libro de Akal y el de Alfaguara -guerra editorial en las librerías- es, curiosamente, lo que vino después. Para Pérez-Reverte todo se arregló con la llegada de Juan Carlos I y la Transición, para Fernández Liria y Casado Arenas “todavía estamos esperando una condena explícita del golpe militar y del franquismo por parte de la derecha”. Alargan el relato dirigido a los jóvenes -con una adenda biográfica- hasta la aprobación de la Ley de Memoria Histórica y su olvido.
Fuente: Peio H. Riaño (El Español)