¿Tantos anarquistas se ejecutaron en 1899? Pues no, no se ejecutaron muchos, pero el tema fue propuesto a los pintores por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para optar a la beca de estudios en Roma en el año 1899. Este año, el concurso de la beca estuvo especialmente reñido porque se presentaron a ella muy buenos pintores, todos con el mismo título del cuadro, el del tema propuesto, salvo precisamente Romero de Torres, que al llamar a su obra ‘Con la conciencia tranquila’ es el único que demuestra poner sus simpatías del lado del obrero.
Esta primera obra que vemos, de Julio Romero de Torres, se inscribe dentro de la línea del realismo social. Es un lienzo desgarrador con influencia de autores de ese movimiento como Jean-François Millet o de Honoré Daumier. En la escena un juez practica un registro en la habitación de un obrero anarquista, que se ve con los brazos atados. La mujer llora previendo la desgracia y tres guardias civiles aguardan las órdenes del juez mientras el anarquista soporta con dignidad el registro. Puede que sea el más importante cuadro social de la obra de Julio Romero de Torres, junto al de ‘Trata de Blancas’. Pese a la incontestable calidad del cuadro, cuya composición es magistral, su atmósfera es parecida a la de Las meninas y la tensión provocada está contenida a duras penas, la beca no le fue concedida. Sí consiguió con esta obra el Tercer Premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1899. Tremendo Don Julio Romero de Torres, a quien veremos más despacio pues su obra merece una revisión lejos de los tópicos que le aplicaron los críticos franquistas, y una atención que en la actualidad no le presta ni siquiera su ciudad natal, Córdoba, que tiene su Museo cerrado.
Ventura Álvarez Sala, La familia del anarquista el dia de la ejecución
Ya vemos que también se presentó a la beca de la Academia de Roma el gijonés Ventura Álvarez Sala, un autodidacta de origen humilde y excelentes hechuras en su oficio, que en aquel momento tenía sus treinta añitos bien cumplidos, con su cuadro que lleva por título exactamente el mismo tema propuesto por la Academia. Ventura había tenido pocos, pero buenos maestros: Primero había estudiado en la Escuela Municipal de Dibujo de Gijón, luego fue al taller de Dionisio Canal, un pintor decorador, y más tarde al de su hermano Ramón, tres años mayor que él. Su cuadro tampoco fue el que consiguió la beca, aunque ya vemos una acentuada perspectiva paralela, excelentes retratos de los protagonistas y uso del claroscuro para los guardias del pasillo, además de una buena influencia en los espacios profundos de nuestros grandes maestros del barroco. Ventura se fue a Roma el año siguiente, y becado, pero por el Casino de Gijón.
Ya vemos que también se presentó a la beca de la Academia de Roma el gijonés Ventura Álvarez Sala, un autodidacta de origen humilde y excelentes hechuras en su oficio, que en aquel momento tenía sus treinta añitos bien cumplidos, con su cuadro que lleva por título exactamente el mismo tema propuesto por la Academia. Ventura había tenido pocos, pero buenos maestros: Primero había estudiado en la Escuela Municipal de Dibujo de Gijón, luego fue al taller de Dionisio Canal, un pintor decorador, y más tarde al de su hermano Ramón, tres años mayor que él. Su cuadro tampoco fue el que consiguió la beca, aunque ya vemos una acentuada perspectiva paralela, excelentes retratos de los protagonistas y uso del claroscuro para los guardias del pasillo, además de una buena influencia en los espacios profundos de nuestros grandes maestros del barroco. Ventura se fue a Roma el año siguiente, y becado, pero por el Casino de Gijón.
En el cuadro que presentó para la ocasión Eduardo Chicharro no sale el anarquista, claro que no tiene por qué salir ya que el tema propuesto no habla de él sino de su familia. La escena narra lo sucedido en el interior de un buhardilla de aspecto humilde, aunque limpia y laboriosa: las ropas tendidas y las herramientas y libros esparcidos dan buena razón de ello. La hija mayor se ha asomado por la ventana y se encuentra con expresión sufriente. La madre, en primer término, está destrozada y quizá el abuelo, o los compañeros del marido ejecutado, intentan consolarla, pero ella, con la mirada perdida solo se apoya en la abuela y en la hija menor. Quizá la expresión desencajada de la madre sea una de las mejor logradas de esta época de realismo social trágico en el que se enmarcó entonces la pintura española, y ya vemos que en ocasiones como la presente, promovida y auspiciada por la misma Academia. El excelente colorido y el estudio de luz que posee esta obra son muy destacables, pero tampoco ganó la beca este pintor discípulo de Sorrolla y de Manuel Domínguez en la Real Academia de San Fernando y que terminó siendo director de la Academia de Roma en 1912, tras Valle Inclán.
Con veinte años, presentó el dibujante José Bermejo Sobera su cuadro del ya conocido título a la beca. Estudiaba entonces el pintor madrileño en la Escuela de San Fernando, aunque luego terminaría saliendo de España para formarse en París y Roma, pero no becado, pues tampoco su cuadro ganó la beca, aunque me parece una preciosidad: La mirada que el abuelo dirige al cura, cruzando el cuadro desde el otro extremo de la escena, solo es comparable a la que le dirige el niño: ambos desconfían de la presencia del sacerdote y demuestran suspicacia en sus ojos, mientras la madre oculta su rostro en actitud de llanto con el bebé en brazos. La parquedad de la escena se adorna con un escueto conjunto de elementos que describen una situación más que creíble, pues ni se acentúa la pobreza extrema de la familia del anarquista, ni se incide en su carácter obrero o revolucionario, ni tan siquiera se le considera excluído del grupo social de su entorno pues es aceptado por el cura que atiende a la familia en el momento de la ejecución del padre. Aunque en España José Bermejo no es muy conocido (no saben los españoles lo que se pierden), en realidad fue un magnífico pintor que cosechó cuatro o cinco grandes galardones de pintura, tanto en las Exposiciones Nacionales como en otras internacionales de Italia y Alemania.
Otro discípulo de Sorolla, uno de sus favoritos aunque no le siguió el rollo, Manuel Benedito, presentó esta escalofriante obra con sus veinticuatro años cuando estudiaba en el taller del maestro de la luz, y la obra destaca por el dramatismo conseguido con las expresiones de los rostros de los personajes. Aquí sí, el anarquista aparece en la obra tomando un papel importante, ya saliendo de su celda camino del cadalso. En ese momento su padre se le aproxima a abrazarle, con el nieto en brazos, mientras la mujer permanece rodeada por su madre, su hija y el cura. Otros compañeros del anarquista hacen acto de presencia junto a la familia, y los guardias y funcionarios de justicia aparecen junto al reo. Una composición de este calibre hubiera merecido sin duda la concesión de la beca, pero tampoco fue el caso, aunque este pintor sería luego uno de los más reconocidos por la Academia, que terminó dirigiendo con el tiempo, pero en su obra siguió un estilo más realista y próximo a Zuloaga y Guatierrez Solana que a la iluminación de la Escuela Valenciana o del maestro Sorolla de donde provenía. Como tampoco fue el ganador de la beca, al año siguiente se pegó un viajecito de bigotes por Francia, Holanda y Bélgica, donde no aprendió nada de pintura pero conoció a muy buenos pintores.
¡And the winner is…!, pues sí, en efecto, esta es la obra ganadora de la beca, aunque no lo hubiera sido de haber dependido de mi criterio (razón por la cual yo no debo estar en estos jurados académicos). En realidad creo que algo más que criterios artísticos se manejaron en este premio. Aunque de familia rica, la infancia del coruñés Fernando Álvarez de Sotomayor no fue sencilla, a los diez años ingresó como interno al Real Colegio Agustino de San Lorenzo de El Escorial, época de la que se tiene una triste anécdota de él, pues a pesar de delatar a sus compañeros terminó siendo expulsado del colegio, y no parece que terminara de asentarse en ninguna de las carreras que intentó estudiar y que comenzó sin mucho ahinco. Al final terminó dedicándose a la pintura y llegó a ser pintor de cámara de Alfonso XIII y luego subdirector del Museo del Prado desde 1919 y director en 1922, cargo que desempeñó hasta el advenimiento de la República en 1931, en que fue cesado y que recobró en 1939 gracias a gestiones de Franco al concluir la guerra civil, desempeñándolo hasta su muerte. En 1953 fue elegido director de la Real Academia de San Fernando. Se trataba de un activista del Movimiento Nacional encabezado por el General Franco. La obra fue comentada en “La Revista” (publicación artística de la época) con la siguiente reseña: “pone también en la capilla la escena; pero el anarquista, rodeado de su familia atribulada, ocúpase en inculcar sus fanáticos ideales á su hijo, en cuyo rostro se revelan las mismas energías que al padre llevaron á tan funesto trance”. Un comentario tendencioso y falso pues es más interpretable el hecho de que el padre esté despidiéndose de su hijo o intentando explicarle por qué sus ideas le llevan a ser ajusticiado. Sí es notable que la escena se desarrolle en una capilla, tratándose de un anarquista, con un cura lector a la derecha del cuadro y sin la presencia de ningún miembro de cuerpos policiales presente, sino dos funcionarios que desde el fondo murmuran como queriendo meterse en la escena con sus propios comentarios.
Otros pintores concurrieron a esta competición artística, y si alguno de ellos no ha sido incluido es porque nos ha sido imposible encontrar imágenes en buena calidad de sus cuadros. Este es el caso del trabajo de Don Ramón Parada Justel, cuyo cuadro se expone actualmente en el Museo de Bellas Artes de la Diputación de Pontevedra:
Si algo debemos aprender de este enojoso asunto, es que los maestros pintores no han sido siempre libres para elegir sus motivos pictóricos, sino que han debido someterse al dictado de terceros, que en ocasiones estaba lejos de sus propios deseos o ideales. Pero también que por mejor ilustrador o pintor que se sea, el arte no es competitivo y cualquier competición que se establezca entre diferentes maestros, será injusta intrínsecamente, ello si no está desvirtuada de antemano por interesas que nada tienen que ver con el mundo del dibujo, la ilustración y la pintura.
Fuente: El Dibujante
Fuente: El Dibujante