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"RETRATO DE FIDEL CASTRO", DE OSWALDO GUAYASAMÍN

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Retrato de Fidel Catro
Oswaldo Guayasamín

Oleo sobre lienzo
1961

"El retrato perdido de Fidel Castro"

Sábado 6 de mayo de 1961, terraza interior de la sede del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP). Guayasamín pintará el famoso retrato de Fidel, obra cuyo destino se desconoce. Giraldo Mazola Collazo, dirigente de esa institución en aquella época, detalló lo sucedido. El artista, acompañado de sus amigos coterráneos, llegó bien entrada la noche al recinto. Buscó el lugar donde el líder debía posar. Las luces agregadas se reubicaron.

Sonriente apareció Fidel. Saludó a todos. Y, ya con Guayasamín, le hizo varias preguntas sobre pintura y Ecuador.

Después: “Guayasamín, emocionado, explicó su deseo de manifestar su simpatía por Cuba viniendo en esos momentos para hacerle un retrato. Fidel indagó qué debía hacer, prendió un tabaco y ocupó el sitio que le indicó el pintor, quien empezó su trabajo mientras seguía respondiendo otras preguntas o escuchaba las explicaciones de Fidel sobre las características de la lucha revolucionaria contra la tiranía y las más apremiantes tareas actuales.

En ocasiones, Guayasamín se concentraba en la conversación y bajaba el pincel, y Fidel le decía, en broma, que así no terminaría ni en varios días. Luego el pintor le pedía que mantuviera la posición del rostro e iba a su lado a precisar el ángulo que necesitaba.

[...] el esfuerzo por pintar deprisa a una figura cuya vitalidad parecía imposible retener inmóvil tanto tiempo, mereció los elogios del propio Fidel y la admiración de los presentes.

Guayasamín anunció a Fidel que deseaba obsequiarle la obra y convinieron que la pintura se entregaría al día siguiente en la Embajada de Ecuador. El pintor dijo que había logrado plasmar en el lienzo el ímpetu guerrillero e insurgente de Fidel en plena juventud. (1)

OTROS TESTIMONIOS

Jorge Enrique Adoum, poeta y traductor: “En un momento dado, Oswaldo habló del Gran Premio de la Bienal de Barcelona. Fidel me preguntó cómo se explicaba que hubiera participado en una exposición que los pintores cubanos habían llamado a boicotear. Le dije que, eso tal vez Guayasamín no lo sabía. En cuanto a las razones que tuvo para hacerlo (...) Las presiones de Velasco Ibarra, presidente de la República que iban desde la amenaza al chantaje (la negativa de concederle un pasaporte diplomático indispensable para que hiciera un mural sobre el Descubrimiento del Río Amazonas en el edificio de las Naciones Unidas, que gestionaba Rockefeller) hasta su entrometimiento en la vida privada ( en una hora difícil de la vida de Oswaldo, cuando estaba a punto de separarse de su mujer y de sus cuatro hijos), según él lo obligaron a aceptar más que la invitación a participar en la Bienal de Barcelona, la imposición gubernamental de asistir a ella.”

Por último, reproduzco las impresiones de Fidel Castro, quien casi cuatro décadas después narraba detalles de aquel momento histórico y la significación que tuvo para él:

“Recuerdo aquella vez muy al principio de la Revolución cubana, cuando, en medio de agitados días, un hombre de rostro indígena, tenaz e inquieto, ya conocido y admirado por muchos de nuestros intelectuales, quiso hacerme un retrato.

“Por primera vez me vi sometido a la torturante tarea. Tenía que estar de pie y quieto, tal como me indicaban. No sabía si duraría una hora o un siglo. Nunca vi a alguien moverse a tal velocidad, mezclar pinturas que venían en tubos de aluminio como pasta de dientes, revolver, añadir líquidos, mirar persistente con ojos de águila, dar brochazos a diestra y siniestra sobre un lienzo en lo que dura un relámpago, y volver sus ojos sobre el asombrado objeto viviente de su febril actividad, respirando fuerte como un atleta sobre la pista en una carrera de velocidad.

“Al final, observaba lo que salía de todo aquello. No era yo. Era lo que él deseaba que fuera, tal como quería verme: una mezcla de Quijote con rasgos de personajes famosos de las guerras independentistas de Bolívar. Con el precedente de la fama que ya entonces gozaba el pintor, no me atrevía a pronunciar una palabra. Quizá le dije finalmente que el cuadro ‘era excelente’. Sentí vergüenza de mi ignorancia sobre las artes plásticas (Aplausos). Estaba nada menos que en presencia de un gran maestro y una persona excepcional [...]” (3)

El domingo no fue día de descanso para Guayasamín. Retocó el cuadro. Preparó el regreso a Ecuador, que sería el lunes por la tarde. Por eso, en horas de la mañana se hizo el acto de entrega en la embajada ecuatoriana. Gerardo Falconí, entonces embajador de la nación andina, rememoró en su libro de memorias Misión en Cuba:

“[...] como en ese propio día lunes Guayasamín debía partir al mediodía, la entrega no podía hacerse, sino en horas de esa mañana. Además, el pintor interpuso su deseo referente a que fuese el Embajador de Ecuador quien hiciera esa entrega, ya que de esa manera podía alcanzarse la doble finalidad que perseguía: en primer término, la de que esa entrega de la obra tuviese el significado de un homenaje, que por medio de ese acto el artista ecuatoriano quería rendir a la política internacional tan airosamente propulsada por el señor Presidente Constitucional de la República de Ecuador, doctor José María Velasco Ibarra.” (4)

Durante la ceremonia Fidel expresó: “¡Es un pintor extraordinario! ¡Me pintó en dos minutos! Por su parte Guayasamín, repuso: “Comandante, es que usted no se está quieto un solo minuto.”

Hubo un despliegue inusitado de periodistas, fotógrafos, cámaras de televisión, micrófonos: era la primera embajada de un país latinoamericano que Fidel visitaba desde el triunfo de la Revolución. Al tratar de señalar algún rasgo del retrato, hizo una minúscula mancha en el óleo, fresco todavía, lo que se adujo como razón para guardarlo algunos días en la embajada, hasta que se secara.

Al solemne acto también asistieron: el canciller Raúl Roa, el Capitán Emilio Aragonés, el embajador de Ecuador, el poeta Nicolás Guillén y el periodista Mario Kuchilán.

NUNCA APARECIÓ

El homenaje a Fidel no pasó por alto para los sectores reaccionarios de Ecuador. Las palabras que pronunció el embajador ecuatoriano provocaron una polémica en su país, los medios de prensa conservadores hicieron campaña para lograr el cese de los vínculos diplomáticos. José Ricardo Chiriboga Villagómez, entonces canciller de Ecuador, mantenía una actitud hostil hacia la Revolución cubana, muy diferente a la de no intervención del presidente Velasco Ibarra. Sus declaraciones anticomunistas provocaron la réplica contundente de las autoridades de la Isla.

La presión del gobierno estadounidense, y de los sectores de derecha ecuatorianos, para que la nación andina rompiera sus relaciones diplomáticas con Cuba eran cada vez más intensas. El canciller Chiriboga pidió cuentas a Gerardo Falconí, se le acusaba de simpatizante del régimen que se establecía en Cuba. En honor a la verdad, la inculpación estaba muy lejos de la realidad. Un recorrido que hizo el funcionario al interior del territorio cubano, a fines del mes de mayo, para conocer las transformaciones económicas y sociales, fue más caldo de cultivo para el debate.

En medio de aquella controversia, Velasco Ibarra, que ya le tenía ojeriza por ese y otros muchos incidentes al canciller Chiriboga aceptó su renuncia. Y nombró en el cargo al Dr. Wilson Vela Hervas, a quien Falconí solicitó la remoción de sus funciones, petición denegada.

Guayasamín seguía cada detalle de los lamentables acontecimientos. A su regreso era otro hombre. Habían vivido días alucinantes.

“[...] al llegar a Cuba, y ver completado un movimiento revolucionario, no sabe lo que significó. Por supuesto, no solo para mí, sino para millones de personas. Cuba se convirtió en la antorcha viva de nuestras aspiraciones. En ella se empezaban a cumplir nuestras ambiciones políticas, sociales y económicas. Comprobar eso fue una maravilla.”(6)

En tanto, Adlai E. Stevenson, enviado especial de la Casa Blanca llegaba a Quito para, directamente, presionar a Velasco Ibarra, quien declaró: “la intervención significa la esclavitud para los pueblos pequeños por los poderosos [...] 100 veces renunciaría al poder antes de abandonar la no intervención” (7). Aunque la misión no cumplió su objetivo esencial, sí logró que el viejo caudillo rebajara el rango de Embajador a Encargado de Negocios, decisión que se materializó en el mes de junio. El Gobierno cubano le ofreció una cátedra universitaria a Falconí en La Habana, a modo de desagravio.

Mientras ocurrían estos acontecimientos sucedió lo inimaginable. El retrato que pintó Guayasamín desapareció, sin dejar huellas de su paradero. Décadas más tarde Fidel rememoró que Guayasamín le hizo cuatro retratos. El primero que pintó, en 1961, se perdió. Fidel lo buscó por todos los rincones, pero nunca apareció. Hoy sigue en un misterio el destino de la obra.

Citas
(1) http://www.cubadebate.cu/especiales/2011/08/13/el-primer-encuentro-de-guayasamin-con-fidel/

(2) Jorge Enrique Adoum: Guayasamín. El hombre-La Obra-La Crítica, DA Verlag Das Andere, Gmbh, Nüerenberg, 1988, págs. 74 y 75.

(3) Fidel Castro: Discurso pronunciado en la inauguración de La Capilla del Hombre, Quito, República del Ecuador, 29 de noviembre de 2002.

(4) Gerardo Falconí; Misión en La Habana, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, Ecuador 1968, pág. 146.

(5) Jorge Enrique Adoum: De cerca y de memoria, lectura, autores, lugares, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2002, pág. 206.

(6) Mayra A. Martínez: «Guayasamín, pintor de rebeldías », Revolución y Cultura, enero de 1985, p. 37.

(7) Gerardo Falconí: Ob. cit; p. 163.

Escrito por José Antonio Quintana García

Fuente: Invasor


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