El mundo laboral desde el experimento fílmico | Una crítica de Ignacio Gayoso de ‘La mano invisible’ , de David Macián, estrenada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, en la sección Nuevas Olas.
David Macián eligió Sevilla para estrenar ‘La mano invisible’, su ópera prima como director de largometrajes. La XIII edición del SEFF le sirvió de plataforma idónea, para él y su joven y completo equipo, para presentar ante el público sevillano y mundial su adaptación de la novela homónima de Isaac Rosa. Macián jugueteó con la obra de Rosa, y el resultado ha sido un magnético experimento fílmico sobre un perfilado y trabajado lienzo de experimento social. Así, experimento sobre experimento, se construye una historia dura, con tintes de aterradora pero cercana distopía. El mensaje de la novela, amplificado por Macián y su equipo, introduce al espectador la molesta idea de una verdad incómoda, que no es teatro, sino realidad. Y es que ‘La mano invisible’ tiene puntería para hacer que, tanto mensaje como formas de transmitirlo – pareja irreconciliable en el cine – impacten sin escapatoria ni excusa posible.
‘La mano invisible’ funciona, y funciona por la sencillez y la conjunción de pequeños detalles formales – exquisitamente sutiles – y que construyen una estructura fílmica sólida, con más luces que sombras. La ausencia de música o banda sonora (genial acierto), y la terrorífica densa penumbra que rodea a los protagonistas dispuestos en un mundo neutro y sin definir son aspectos que no confunden, y, aún sin ser explicados, consiguen que el mensaje de la cinta sea identificado a la perfección. No hay sutileza en esto. El mensaje: la escalofriante situación laboral de un mundo dominado por la sociedad-espectáculo. Un mensaje que parece sacado de las páginas de terror de ‘Black Mirror’, pero con un toque de ineludible cercanía. ¿Quién es esa mano vecina, desconocida y maltratada, que mueve y construye el mundo?
El argumento deja huecos para que el espectador interesado los rellene. Con una estructura bien definida, mantenida pero en constante crecimiento dramático, combina (a veces de forma forzada), las presentaciones de los personajes con el hilo narrativo principal. Se construye un puzle que introduce al espectador poco a poco en un mundo sin sentido, impersonal pero magnético.
Nada que objetar en cuanto al reparto. Hay brillo, y los que menos relucen no chirrían. Josean Bengoetxea, José Luis Torrijo y Bárbara Santa-Cruz son algunos de esos brillos y la disposición teatral de la película ayuda a dar juego a sus personajes. Sus personajes son un retrato de la jungla laboral en la que subsistimos. Un albañil, un carnicero, una costurera, una teleoperadora, un camarero, un mozo, un mecánico, un informático y una limpiadora. Todos trabajan frente a un público anónimo, que somos nosotros mismos. ‘La mano invisible’ consigue romper la cuarta pared para hacernos ver que somos nosotros y no ellos y que en cuanto nos levantamos de la butaca y se encienden las luces, nos convertimos los auténticos villanos de esa historia que llamamos realidad.
Choca, y no molesta en demasía, la abrupta resolución del conflicto que se va gestando desde las primeas escenas. Un final que, si bien refuerza la reflexión con la que abandonas la sala, no cierra del todo la historia. Aunque tampoco se echa en falta. A fin de cuentas, toda la película juega con lo cotidiano y lo que conocemos, que se enmarca en un escenario lleno de sombras y desconocimiento.
Macián ha arriesgado con esta película, sí. No es su cine. Pero esperemos que lo sea a partir de ahora.
España, 2016. Dirección: David Macián. Guión: David Macián y Daniel Cortázar. Reparto: Marta Larralde, Marina Salas, Josean Bengoetxea, José Luis Torrijo, Edu Ferrés, Bárbara Santa-Cruz, Daniel Pérez Prada, Esther Ortega, Christen Joulin, Bruto Pomeroy, Elisabet Gelabert, Alberto Velasco, Anahí Beholi. Fotografía: Fernando Fernández. Música: Paco Alcázar. Duración: 80 minutos.
Fuente: Sevilla Directo