El 19 de julio de 1893 nace Vladímir Mayakovski, uno de los símbolos de la Revolución rusa, que con sus poemas revolucionarios, pero también con su lírica, se ganó un espacio en el olimpo de los poetas rusos.
"Su canto grave rompía los credos, y cantaba canciones duras, cantaba golpes, cantaba el fuego", son las palabras con las que Silvio Rodríguez, en su 'Canción a Mayakovski', se refiere a la poesía del gran poeta.
Una poesía que inmortalizó a la revolución y a sus participantes; pero no solo a los que estaban en la cima de la misma, sino al pueblo, al proletariado, a aquellas personas comunes que creyeron en el sueño soviético.
A ti, maquinista cubierto de hollín,
A ti, minero que cavas las moles primigenias de la tierra,
Bendito seas,
Bendito seas, bienaventurado.
¡Gloria al trabajo humano!
Vladímir Mayakovski, el poeta
Inicia la carrera del poeta en la revista ilegal 'Poriv' (presura, en ruso) tras publicar una poesía corta y después en la cárcel, en 1909, cuando entre escándalos y peleas escribe un cuaderno de poesías que resultó siendo, según el mismo poeta, "trivial y quejumbroso", pero que fue el punto de partida para la 'Bofetada al gusto del público' —nombre del manifiesto futurista, firmado, entre otros, por Mayakovski— que el poeta repartió a diestra y siniestra.
El poeta cantó a la revolución y su fama como poeta revolucionario arribó con fuerza a todos los países que en la primera mitad del siglo veinte soñaron con un futuro socialista. Pero es en la lírica donde se descubre al otro Mayakovski, aquel que amó a Lilia Brik —su musa— a pesar del dolor que le causaba verla en manos de su amigo, Ósip Brik.
¡Escuchen!
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que alguien quiere que existan,
quiere decir que alguien escupe esas perlas?
Alguien, esforzándose,
entre nubes de polvo cotidiano,
temiendo llegar tarde,
corre hasta llegar hasta Dios,
y llora,
le besa la mano nudosa,
implora,
exige una estrella,
jura,
no soportará un cielo sin estrellas,
luego anda inquieto,
pero tranquilo en apariencia,
le dice a alguien:
"¿Ahora estás mejor, verdad?
¿Dime, tienes miedo?"
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que son necesarias,
quiere decir que es indispensable,
que todas las noches,
sobre cada techo,
se encienda aunque más no sea una estrella?
(Traducción de Lila Guerrero)
Tal fue la fuerza poética de Mayakovski, que solo una persona pudo detener: él mismo. La mañana del 14 de abril de 1930 el poeta se dispara al corazón y muere inmediatamente. Dos días antes, escribe una carta en la que se despide, pide perdón a su madre, sus hermanas y sus camaradas y asegura que no tiene otra salida.
Como se dice,
el "incidente" ha terminado,
"la barca del amor,
se estrelló contra la vida cotidiana":
Estoy a mano con la vida,
y es inútil recordar,
dolores,
desgracias,
y ofensas recíprocas.
Sigan felices.
Vladímir Mayakovski, el dibujante
Mayakovski fue un vanguardista y como tal no se conformaba con acomodarse en los límites de una u otra forma de expresión. Desde joven, junto a los futuristas, experimentó en el teatro, la ópera, el cine, la literatura y, por supuesto, la pintura.
Para Mayakovski había en la pintura, como en casi todo, dos aspectos que se encontraban y se complementaban: la revolución y el amor. Es por eso que junto a los carteles revolucionarios dibujados por él mismo, encontramos retratos de Lilia Brik o de los poetas que lo rodeaban, así como bosquejos futuristas para sus obras de teatro.
Cartel revolucionario dibujado por Vladímir Mayakovski
A ti, maquinista cubierto de hollín,
A ti, minero que cavas las moles primigenias de la tierra,
Bendito seas,
Bendito seas, bienaventurado.
¡Gloria al trabajo humano!
Vladímir Mayakovski, el poeta
Inicia la carrera del poeta en la revista ilegal 'Poriv' (presura, en ruso) tras publicar una poesía corta y después en la cárcel, en 1909, cuando entre escándalos y peleas escribe un cuaderno de poesías que resultó siendo, según el mismo poeta, "trivial y quejumbroso", pero que fue el punto de partida para la 'Bofetada al gusto del público' —nombre del manifiesto futurista, firmado, entre otros, por Mayakovski— que el poeta repartió a diestra y siniestra.
El poeta cantó a la revolución y su fama como poeta revolucionario arribó con fuerza a todos los países que en la primera mitad del siglo veinte soñaron con un futuro socialista. Pero es en la lírica donde se descubre al otro Mayakovski, aquel que amó a Lilia Brik —su musa— a pesar del dolor que le causaba verla en manos de su amigo, Ósip Brik.
¡Escuchen!
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que alguien quiere que existan,
quiere decir que alguien escupe esas perlas?
Alguien, esforzándose,
entre nubes de polvo cotidiano,
temiendo llegar tarde,
corre hasta llegar hasta Dios,
y llora,
le besa la mano nudosa,
implora,
exige una estrella,
jura,
no soportará un cielo sin estrellas,
luego anda inquieto,
pero tranquilo en apariencia,
le dice a alguien:
"¿Ahora estás mejor, verdad?
¿Dime, tienes miedo?"
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que son necesarias,
quiere decir que es indispensable,
que todas las noches,
sobre cada techo,
se encienda aunque más no sea una estrella?
(Traducción de Lila Guerrero)
Tal fue la fuerza poética de Mayakovski, que solo una persona pudo detener: él mismo. La mañana del 14 de abril de 1930 el poeta se dispara al corazón y muere inmediatamente. Dos días antes, escribe una carta en la que se despide, pide perdón a su madre, sus hermanas y sus camaradas y asegura que no tiene otra salida.
Como se dice,
el "incidente" ha terminado,
"la barca del amor,
se estrelló contra la vida cotidiana":
Estoy a mano con la vida,
y es inútil recordar,
dolores,
desgracias,
y ofensas recíprocas.
Sigan felices.
Vladímir Mayakovski, el dibujante
Mayakovski fue un vanguardista y como tal no se conformaba con acomodarse en los límites de una u otra forma de expresión. Desde joven, junto a los futuristas, experimentó en el teatro, la ópera, el cine, la literatura y, por supuesto, la pintura.
Para Mayakovski había en la pintura, como en casi todo, dos aspectos que se encontraban y se complementaban: la revolución y el amor. Es por eso que junto a los carteles revolucionarios dibujados por él mismo, encontramos retratos de Lilia Brik o de los poetas que lo rodeaban, así como bosquejos futuristas para sus obras de teatro.
Cartel revolucionario dibujado por Vladímir Mayakovski
Vladímir Mayakovski, el actor
A pesar de que Mayakovski se refirió a la obra 'La señorita y el gamberro' como una "tontería sentimentalista hecha por encargo", esta película muda, escrita por el poeta y en la que él también actúa, es una oportunidad única para ver otra faceta del escritor.
Vladímir Mayakovski, el viajero
Mayakovski fue uno de los primeros hombres soviéticos en viajar a Occidente, no para escapar del régimen soviético, sino, por el contrario, para llevar el mensaje de la revolución a otros países y para ver con los ojos de la revolución lo que sucedía en el resto del mundo.
Cuba y México fueron dos de los países donde estuvo el poeta. En ellos vio y habló con sus habitantes, se sorprendió de la belleza y limpieza de sus ciudades, con tristeza observó "los primeros signos palpables del dominio de Estados Unidos sobre las tres Américas: del Norte, Central y del Sur" y fue testigo de una corrida de toros, un espectáculo que le pareció abominable.
El poema titulado 'Trópicos' —traducido por Carlo Antonio Castro y Raymundo Aguas Franco— es un recuerdo palpable de lo que pudo sentir el poeta en su paso por las tierras latinoamericanas.
Me asomo:
He ahí
los trópicos.
Mi vida entera
suspiré una y otra vez por ellos.
Y el tren
avanza de prisa
entre palmares
entre platanales.
Sus abanicantes siluetas
adoptan figuras que marean:
Otra me parecen sacerdotes,
ora pintores.
¡Ay, ni uno mismo
da crédito a sus ojos!:
Entre el alboroto y el hervor
se yerguen los cactos
cual tiros de samovar.
Y en esas chimeneas las avecillas
lucen más lindas que de ordinario.
En tal sentido
— gorrioncillos
parecen—
cantan claramente. No acabo
de compenetrarme del bosque, el delirio,
el calor
el día,
cuando día
y bosque desaparecen
sin crepúsculo
ni
transición.
¿Dónde está el horizonte?
Toda línea
se ha desvanecido.
Aclárame
¿cuál es la estrella
y dónde
están los ojos del jaguar?
Ni el más hábil
recaudador contaría
las estrellas
del trópico nocturno,
a tal punto
en las noches de agosto
colmadas de luceros
son infinitas.
Me asomo:
No se distingue nada.
Mi vida entera
suspiré por los trópicos.
El tren sigue su marcha
entre el paisaje,
entre el aroma
de los plátanos.
Más de 100 años después, Mayakovski vive, porque viven sus poesías, sus pinturas, sus obras de teatro; porque los versos del poeta se siguen leyendo, porque su vida se sigue estudiando y porque su voz sigue resonando entre aquellos que aman la poesía, sin importar de dónde provengan. Lo entendió Silvio Rodríguez, lo entendió la persona que escribió este texto y tal vez lo entiendan un puñado de nuestros lectores.
Fuente: Sputnik news