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"GUERRILLERO HEROICO", DE ALBERTO KORDA, EN EL 88 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL CHE GUEVARA

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Guerrillero heroico
Alberto Korda
1960
Lente de 90mm (Leica)
La Habana

Fue en un acto fúnebre, de lejos, con una lente de 90 mm montada sobre una vieja Leica; un teleobjetivo corto, perfecto para retratos... Alberto Korda tomó la imagen que se convirtió en icono de todas las revoluciones del mundo. Un negocio del que no se benefició

Osvaldo estaba cruzando el Atlántico sabedor de su buena estrella. Tenía en sus manos el material inédito del Che que había ido a buscar o que se había encontrado. Osvaldo realmente no se llamaba Osvaldo, así le llamaban en la isla. Su nombre real era Giangiacomo Feltrinelli y hacía unos años que había conseguido situar su casa editora en la cumbre del éxito gracias a su fino olfato. Conseguir el manuscrito de la novela de Boris Pasternak, el Doctor Zhivago; sacar por primera vez El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa y publicar Trópico de Cáncer, de Henry Miller, calificado de pornográfico por las autoridades estadounidenses.

Siete años antes, el 4 de marzo de 1960, en toda la Habana se siente una tremenda explosión. Ernesto Guevara se dirigía al Banco Nacional de Cuba del que era presidente. Al escuchar la detonación corre al lugar. Una enorme cortina de humo asfixia el muelle Tallapiedra donde está amarrado el carguero La Coubre, con 70 toneladas de munición, que venían de Amberes para apoyar a la revolución. A la primera explosión le sucede una segunda aún más potente. Ernesto, que está atendiendo a los heridos, se percata de la presencia del fotógrafo Gilberto Ante y se vuelve a él furioso prohibiéndole hacer fotografías. Al día siguiente en la esquina de la Calle 23 y 12, encima de un templete cubierto con la bandera cubana, patria o muerte, Fidel Castro ha lanzado su consigna para la historia.

El fotógrafo Alberto Korda deambula entre los líderes de la revolución. La cámara que cuelga Korda al hombro es una vieja Leica con una lente de 90mm montada. Es un teleobjetivo corto, perfecto para retratos, pero una óptica complicada para la foto de reportaje con una Leica, porque el enfoque con el telémetro es incómodo y la porción que remarca el visor es pequeña; obliga a afinar mucho. Sin embargo el objetivo, tiene la ventaja de distanciarte del personaje, de hacer que seas invisible en una distancia prudente, consiguiendo así no quebrar la espontaneidad del que se relaja en el acto oficial donde hay que mantener la pose, incluso la pose revolucionaria.
Un, dos, tres, cuatro fotos... líderes de la revolución. Cinco, seis, siete, ocho, nueve fotos... Fidel Castro en la tribuna de oradores. Diez, once, doce... tres fotos de Simone de Beauvoir y Jean- Paul Sartre que asisten como invitados al mitin funeral. Trece y catorce... Fidel delante del micrófono. Quince, dieciséis, diecisiete... fotos más lejanas de Sastre. Dieciocho, diecinueve y veinte... Fidel solo.

Entonces la mirada inquieta del fotógrafo se detiene en seco en el Che Guevara, que permanece en segunda fila. La melena heterodoxa sujeta por la gorra revolucionaria con estrella de comandante rebelde, el ceño ligeramente fruncido, la cremallera que cierra hasta el cuello la cazadora de cuero, el fondo blanco que se apropia de los símbolos revolucionarios, haciendo atemporal la turbadora rabia contenida, el mirar de hombre invicto que no rinde su creencia. Korda sabe que tiene a su alcance una foto con mayúsculas. No debe pensar en ajustes que no vayan más allá del foco o puede perder el momento decisivo ¡suerte de tener la lente adecuada! Disparo veintiuno. Tiene la foto, al menos una, la ha asegurado. 

El Che mantiene la posición. Korda intenta una foto vertical, disparo veintidós. Quiere el retrato limpio sin el perfil de un desconocido que se le ha colado por la izquierda ni la palmera de la derecha, pero alguien se cruza por detrás del Che y ensucia la nueva toma. Se acabó, el Che ha desaparecido entre la multitud. Veintitrés... Sartre. Veinticuatro, veinticinco y veintiséis... cierra Fidel, no hay más fotos. Rollo revelado, hoja de contactos, el editor gráfico del periódico Revolución no elegirá las fotos del Che para su publicación. Negativos y fotos al cajón.

Osvaldo en el pasado había combatido junto a los partisanos izquierdistas contra la todo poderosa Wehrmacht de Hitler y la fuerzas remanentes del régimen de Benito Mussolini. Pertenecía al PCI y llevaba algún tiempo viajando por los regímenes comunistas del tercer mundo manteniendo muy buenas relaciones con sus líderes.

En 1967 Feltrinelli se ve con Fidel en La Habana. También visita la casa de Alberto Korda. La foto del Che tomada siete años antes, cuelga de una de las paredes junto a una foto de Pablo Neruda y algunas fotos familiares. Feltrinelli le pide una copia a Korda y este se la regala. En esos momentos el Che Guevara está en Bolivia combatiendo como guerrillero. Poco tiempo después el Ejército boliviano, en colaboración con la CIA, tienden una emboscada al Che y lo capturan en La Higuera. Clandestinamente hacen un juicio sumario y ejecutan al guerrillero. A manos de Fidel Castro llega una copia del Diario del Che Guevara en Bolivia y Feltrinelli con su desenvoltura y relación de amistad con Fidel consigue los derechos para publicarlo.

Muerto el Che, Osvaldo Giangiacomo Feltrinelli, el revolucionario, el activista, el editor de fino olfato decide hacer un póster. Sabe que la imagen es pólvora revolucionaria, icono para la causa. No le pregunta a Korda. Se imprimen miles de copias del retrato, después millones y millones.
El artista irlandés Jim Fitzpatrick en 1968 convierte la foto en una obra plástica. Tampoco le preguntó nada a Korda. Diseña una versión pop para la revista Scene que es rechazada por demasiado radical. Fitzpatrick no se desanimó y envió la imagen a Private Eye, una revista satírica. La revista alemana Stern publica por primera vez la imagen en rojo y negro.

Gerard Malanga era uno de los artistas de la factoría Warhol. Llevaba un tiempo viviendo en Roma y para procurarse dinero con el que subsistir, hizo dos obras del Che al estilo Warhol. Una de ellas fue vendida por 3.000 dólares. Un marchante de arte quiso autentificar la obra y, al enterarse Andy Warhol, autentificó la obra pero encolerizado dijo que el único que tenía la autorización para venderla era él mismo.

Tirsha Ziff, comisaria de una exposición sobre el Che, tenía razón cuando declaró a la BBC que la imagen del Che Guevara se convertiría en una marca tan famosa como la Coca Cola. La imagen icónica se convierte en la señera más auténtica de las corrientes alternativas, los movimientos antiglobalización y antisistema. Camisetas, tazas, llaveros, calzoncillos... inimaginables objetos inundan el planeta. La antigua retórica hecha cliché, admitida en un esquema fijo, válido para recurrir a él por todos.

Nadie le preguntó nada, pero todos querían para sí ese efímero momento capturado por Korda. Cartier-Bresson en una entrevista dijo: "...cada vez que una foto es deseada, fabricada, termina atrapada en el tópico". Korda murió en París en 2011. Solo reclamó sus derechos para evitar que una marca de vodka utilizase la imagen para un anuncio publicitario. Korda, según él, amaba por igual tres cosas: las mujeres, el mar y la revolución. Nunca se opuso a la reproducción de la fotografía siempre y cuando fuese para difundir los valores de la Revolución o la memoria del Che.

Fuente: El Mundo

Lectura interpretativa y marco histórico de la fotografía más icónica del siglo XX, realizada por el cubano Alberto Korda: https://oscarenfotos.com/2015/06/01/alberto-korda-y-su-guerrillero-heroico-ernesto-el-che-guevara/

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