Una esclava en venta
José Jiménez Aranda
Hacia 1897
Óleo sobre lienzo
100 x 82 cm
Museo del Prado
Esta pintura se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, cronológicamente se encuadra a finales del siglo XIX, aproximadamente después del año 1892. Es obra del artista sevillano José Jiménez Aranda que nos propone una visión muy directa, casi violenta, de lo que sucede en la escena. En un primer plano y copando la práctica totalidad del lienzo se representa a una joven desnuda que repliega su cuerpo sobre sí misma, pudo rosa, avergonzada de su desabrigo.
Algunos artistas europeos, como Jean Léon Gerome desde el ámbito academicista, ya habían utilizado la temática de la esclavitud, pero desde un punto de vista mucho menos agresivo para el espectador. Otros, como el neoclásico Dominique Ingres, sin embargo utilizan la excusa de lo extravagante, lo exótico y misterioso, de todo lo proveniente de Oriente, para representar odaliscas y concubinas evitando recordarnos que también son personas que se encuentran sometidas y además, desde un punto de vista Occidental, con la idealización de los harenes y donde se busca crear entornos llenos de un ambiente mágico que suponen una excusa para deleitarse con el desnudo femenino.
Es un cuadro muy directo para el espectador, tanto por la representación como por su formato. Una mujer completamente desnuda, sentada sobre una alfombra oriental. La larga melena oscura de la esclava le cae por la espalda y la muchacha agacha la cabeza, ocultando su rostro, sombrío, no se logra percibir bien si tiene los ojos cerrados o mira al suelo, pero el sentimiento de humillación queda manifiesto, además de la soledad y el miedo. Está expuesta públicamente en una calle cualquiera de cualquier ciudad, quizás en un mercado de venta de personas, se percibe por las losas de piedras dispuestas de forma regular. La joven se encuentra rodeada de personajes masculinos que el pintor nos presenta de manera totalmente anónima, ya que de estos personajes sólo llegamos a ver la parte más inferior de sus cuerpos, pies, botas, sandalias y ropas que contrastan con la piel blanca exhibida al sol de la joven. El punto de vista desde el que percibimos la escena es muy alto, como si Jiménez Aranda buscase que el espectador integrase su mirada en el mismo tumulto obsceno que la rodea, hacernos avergonzar por la situación de la que el artista nos hace cómplices.
Lo único que oculta el cuerpo de la mujer, es lo mismo que hace que el autor para que el espectador la perciba como una persona aunque los individuos que la rodean la consideren una mera mercancía, de su cuello pende un cartel escrito en griego que completa la información de la imagen: donde aparece su nombre y su edad y el precio por el que sus captores la tasan, resulta sórdido.
Una de las manos de la mujer, la derecha, está tensa casi como si de una garra se tratase y se apoya buscando estabilidad en el suelo sobre la alfombra de estilo oriental sobre la que está entada mientras la otra reposa en el regazo.
La esclavitud como tal daba sus últimos coletazos en el siglo XIX, en España oficialmente en 1870, pero debemos recordar y ser conscientes que el tráfico de esclavos y su venta fue uno de los pilares en torno a los cuales giraba la economía en los siglos anteriores. En el caso de las mujeres, como queda patente de manera explícita en esta obra, la esclavitud resulta inherente a su explotación sexual. Las esclavas y los esclavos eran considerados como objetos, bienes muebles que podía ser comprados y vendidos, carecían de cualquier derecho y estaban supeditados a la voluntad de sus dueños y de la misma manera sus hijos y las sucesivas generaciones.
Esta obra de Jiménez Aranda, considerada una de las mejores del costumbrismo romántico del siglo XIX, se recrea en el cuerpo de la mujer, con un estudio preciosista de la representación en el que trata de llamar la atención sobre la esclavitud a la que esa de 18 años se verá abocada. El artista no busca otra cosa que incomodarnos y convertirnos en seres escrupulosos con la realidad. Es Una esclava en venta, de las muchas que hay.
Es esta forma de esclavitud, que ahora se conoce como tráfico de mujeres, también lo es en muchas ocasiones de niñas y niños, en las que se comercia con personas, con seres humanos destinados a la comercio sexual, pero hemos de ser conscientes que es algo que sucede a diario en el mundo y muchas veces de una manera muy próxima a nosotros. Esta imagen denota que la mujer resulta un mero botín de guerra, un objeto cualquier uso para quién la compre. No hay que olvidar ésta y otras violencias contra las mujeres, jóvenes y niños ni ahora ni ningún otro día del año.