FUE MILITANTE DEL PARTIDO COMUNISTA ITALIANO, AL QUE DEDICÓ VARIOS DOCUMENTALES
Merecedor del Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes de 1976 por Brutos, feos y malos, una de sus comedias más demoledoras y agridulces, un año después, esta misma muestra volvió a distinguir a Ettore Scola con un Premio Especial del Jurado por Una jornada particular, uno de sus dramas más conmovedores. Especialmente admirado en la cita francesa, ya en 1980, La terraza, su cinta de entonces, fue merecedora del Premio al mejor guión. Fallecido ayer en Roma, Scola fue un epígono antes que un representante propiamente dicho de esa gran comedia italiana que sucedió al neorrealismo. De hecho, su primer empleo en la industria del cine fue el de guionista de algunos de los maestros de dicha comedia. Así, para el gran Dino Risi escribió maravillas como La escapada (1962), entre otros muchos libretos.
Ettore Scola nació en Trevico en 1931. Aunque llegó a licenciarse en Derecho en Roma, apenas ejerció. En los comienzos de su carrera se empleó como periodista. Colaborador en la revista Mar' Aurelio, un hito en la prensa satírica italiana, allí, además de redactor, fue ilustrador. Llegó a publicar con regularidad algunas viñetas. Su recorrido, relativamente frecuente en el oficio de libretista, fue muy semejante al del español Rafael Azcona.
Ya a comienzos de los años 50, cuando el neorrealismo asiste a sus últimos estertores y despunta una comedia vitalista, aunque a menudo dirija su mirada a los mismos paisajes desolados de los neorrealistas, Scola comienza a escribir para Domenico Paolella -Canzoni, canzoni, canzoni (1953)-, Mario Mattoli -Las noches de Cleopatra (1954)-, Steno -Un americano a Roma (1954)- e incluso Mauro Bolognini -Guardias de Roma (1955)-. Su actividad como guionista se prolonga hasta bien entrados los años 60. Ya como realizador él mismo, Ettore Scola escribió todos sus guiones. A excepción de brillantes adaptaciones como La noche de Varennes (1982), sobre una novela de Catherine Rihoit, y alguna otra, sus argumentos siempre fueron originales.
Emplazó su tomavistas por primera vez para Se permettete parliamo di donne (1964). Pero su estilo no empezó a despuntar hasta El demonio de los celos (1970). Fue además su primera colaboración con Marcello Mastroianni, quien a partir de entonces se convertiría en su protagonista más asiduo. También fue entonces cuando dejó entrever por primera vez su compromiso con el Partido Comunista Italiano. Con lo años dedicaría a esta formación varios documentales. Festival dell'Unità 1972 (1972) fue el primero de ellos.
En la cartelera española, Ettore Scola se hizo notar por primera vez con Brutos, feos y malos, una sátira brutal sobre el hacinamiento y las miserias de una familia chabolista de Roma. Su consagración definitiva llegó con Una jornada particular. Protagonizada por Mastroianni y Sofía Loren, algo así como la pareja por excelencia del gran cine italiano. En aquella ocasión, ella interpretaba a Antonietta, la mujer de un fascista que se ha quedado sola en casa porque su marido ha ido a presenciar el encuentro entre Hitler y Mussolini con toda su prole. Por su parte, Mastroianni recreaba a Gabrielle, un homosexual que espera en el mismo edificio que la policía vaya a detenerle. Un amor solidario, fugaz, imposible, surgirá entre ambos. Localizada en un único decorado, el procedimiento, que el realizador utilizaría con singular maestría, sería frecuente en su cine a partir de entonces. A él hay que adscribir La terraza y La sala de baile (1983). Su paroxismo vino dado en La familia (1986).
Bien en el circuito de la versión original, bien en la cartelera comercial, mediados los años 80, el gran Ettore Scola era una de los pocos cineastas italianos que estrenaba con regularidad en las pantallas españolas. Macarroni (1985), una de sus últimas colaboraciones con Mastroianni, fue otra de sus cintas más celebradas. Pero, a decir de la crítica, el realizador ya había dado lo mejor de sí. Después llegaron obras menores como Mario, María, Mario (1993), una reflexión sobre el hundimiento del PCI a través de un triángulo amoroso, o La cena (1998), una comedia coral de decorado único. Su filmografía se prolongó hasta 2013, cuando fue a ponerla fin un documental sobre Fellini: Qué extraño llamarse Federico.
Fuente: El Mundo
DOCUMENTAL "FESTIVAL DELL´UNITA 1972":