Chile salda su deuda con Violeta Parra
En 1965, en Ginebra (Suiza), cuando acababa de exponer en el Louvre, le preguntaron a la chilena Violeta Parra (San Fabián de Alico, 1917; Santiago, 1967) cuál era su medio de expresión favorito: la música, la poesía, el bordado de tapices o la pintura. La portavoz de la cultura popular y orgullosa defensora de lo indígena respondió: “Elegiría quedarme con la gente. Son ellos quienes me impulsan a hacer todas estas cosas”. Cincuenta años después de aquella famosa entrevista, la frase fue recordada en varios de los discursos del pasado domingo en la inauguración del Museo Violeta Parra, el primero que Chile dedica exclusivamente a rescatar el diverso legado de una de las artistas más auténticas y creativas del país.
“Quizás ahí reside el misterio de Violeta Parra, en su profunda e inquebrantable vinculación con Chile y los chilenos. Un lazo humano que la proyecta, por cierto, más allá de nuestras fronteras y que la convierte también en patrimonio universal”, señaló la presidenta Michelle Bachelet, que recordó que Chile se prepara para conmemorar su centenario en 2017. “Violeta Parra está viva y sigue cuestionando nuestras certezas, remeciendo las ideas fijas sobre nuestra identidad y llamándonos a repensar Chile”, indicó la mandataria, que desde su primer Gobierno (2006-2010) fue la principal impulsora de la creación del museo dedicado a la autora de himnos como Gracias a la vida.
A pocos metros de uno de los centros neurálgicos de Santiago de Chile, la Plaza Italia, el Museo Violeta Parra promete convertirse en un paso obligado para turistas y para los propios chilenos, quienes por primera vez tienen la posibilidad de ver el conjunto de su obra en un solo lugar.
Legado musical
El pasado martes, cuando el museo abrió sus puertas al público, decenas de personas y escuelas públicas esperaban para ingresar al moderno edificio de 1.350 metros cuadrados, distribuidos en dos plantas, construido para cobijar este homenaje.
Dos salas de exhibición, un espacio dedicado a los niños, una cabina de proyección audiovisual, una cafetería, una tienda y un auditorio que fue estrenado por Isabel Parra, una de las hijas de Violeta. Cantautora como la madre y defensora de su legado por medio de una fundación, inauguró el salón con el esquinazo (género folk chileno) Vengo toda avergonzada, junto al italiano Roberto Trenca. Como tantas otras, fue una de las canciones recopiladas por Violeta en los años en que se sumergió en el campo chileno para rescatar un legado musical que a mediados del siglo XX amenazaba con desaparecer.
“La inauguración de este proyecto, que tardó décadas y tuvo muchas dificultades, es importante para la familia chilena”, señala su hija sobre el museo. “Violeta vivió en un período en que la condición femenina era más difícil de instalar en la vida de los países que ahora”. Su hermano Ángel, también folklorista, que vive en París, había apuntado a la desigualdad de género en su discurso del día de la inauguración. “En una sociedad machista como la nuestra, de derecha y de izquierda, mujeres como Gabriela Mistral, Violeta Parra, Gladys Marín y usted han tenido que batallar duro para sacarse de encima las telarañas ancestrales que intentan asfixiarlas”, señaló Ángel, dirigiéndose a la presidenta Bachelet.
Al museo se accede por una escalera con los versos de Defensa de Violeta Parra, escritos por su hermano mayor, Nicanor, de 101 años y Premio Cervantes 2011. La música de la cantautora se escucha a lo largo de toda la visita y algunos de sus temas más conocidos se pueden apreciar si se acerca el oído a uno de los troncos del bosque sonoro, una instalación especialmente atractiva para los niños.
El espacio está fundamentalmente dedicado a la obra plástica de Parra, quizás su faceta menos conocida en Chile. El director del museo, Leonardo Mellado, explica que “se exhiben en torno a las 30 piezas y objetos relacionados con la artista, como arpilleras, óleos, papel maché, el arpa y guitarrón que usaba Violeta y distintos documentos”. Antes de llegar a exhibirse, tanto la familia como la Fundación Violeta Parra tuvieron que emprender un complejo y largo camino para recopilar una obra desperdigada por el mundo.
Su propio hijo, Ángel, dio una sorpresa el día de la inauguración: anunció que una pareja de amigos franceses de su madre donó un óleo llamado La justicia del mundo que Violeta les había regalado para su boda en mayo de 1964, tres años antes de quitarse la vida.
Fuente: El País
Contra la Guerra, la obra inédita con la que el Museo Violeta Parra abre sus puertas
Es 1960 y la cantautora Violeta Parra se sobrepone a un aguacero para vivir sus días más brillantes. El año anterior, una hepatitis la lanzó a la cama por ocho meses y la obligó a alejarse de los escenarios y de sus investigaciones por el campo sobre los orígenes del folclor local. Sin embargo, en su catre de La Reina, se reforzaría su faceta de artista visual: allí la autora de Gracias a la vida se concentró en bordar y pintar como nunca antes, hasta el punto de que en diciembre de ese año arma su primera exposición de óleos y arpilleras en la Feria de Artes Plásticas del Parque Forestal. No fue lo único que la hizo feliz.
Un par de meses antes, ya recuperada, el 4 de octubre, día de su cumpleaños, conoce al músico suizo Gilbert Favre, su última pareja. El la haría acercarse más a Europa, vivieron juntos entre Francia y Suiza, y sería su gran apoyo cuando en 1964 la artista llegue a exponer sus arpilleras, óleos y esculturas en alambre en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre.
El próximo domingo 4 de octubre se sumará un nuevo significado a la fecha: ese día, tras años de gestiones, se inaugura en una ceremonia privada el Museo Violeta Parra, que albergará parte importante de la obra visual de la artista. Dos días después, el martes 6, abrirá oficialmente sus puertas a público. Allí estará la colección de 47 óleos, arpilleras y obras en papel maché, pertenecientes a la Fundación Violeta Parra, que en 2007 fue traspasada en comodato para ser exhibidas en el Centro Cultural La Moneda. Todas menos una.
La arpillera Contra la guerra (1963), la pieza número 48 de la colección, fue la única de las obras que en los años 90 regresaron a Chile desde Ginebra, pero que en lugar de ser guardada por su hija Isabel y exhibida en el CCPLM, terminó colgada en una pared de la casa de su otro hijo, Angel. Desde allí no se movió hasta fines de agosto pasado, cuando fue trasladada al museo.
Se trata de una de las obras más emblemáticas de Violeta Parra, y quizás de las más deterioradas. “Hubo poco tiempo para analizarla, pero sí pudimos consolidarla para que no siga dañándose. Esta obra la conocí en los 90 cuando llega a la mesa de mi compañera de taller, la restauradora Alejandra Castro. Reencontrármela es un desafío de investigación que recién comienza”, dice la conservadora del museo Ana Anselmo, quien ha trabajado en la recuperación de toda la colección junto a Camila Muñoz.
En la obra, bordada con lana en tela de yute, aparece la propia Violeta Parra, según explicó en una entrevista realizada en Ginebra en 1965, por la periodista Madeleine Brumage. En ella refleja su sentir sobre los desordenes políticos de Chile y el mundo: “Lo primero que vemos son personajes que aman la paz. La primera (de morado) soy yo porque es el color de mi nombre. Estoy acompañada por un amigo argentino, una amiga chilena y una indígena. Las flores de cada personaje corresponden a sus almas. El fusil representa la guerra y la muerte”, cuenta Violeta en la grabación. “Para mí, la pintura es el punto triste y oscuro de la vida. En ella trato de expresar lo más profundo del ser humano. Mientras que la tapicería es la parte alegre”, revela.
Fuente: La Tercera
“Quizás ahí reside el misterio de Violeta Parra, en su profunda e inquebrantable vinculación con Chile y los chilenos. Un lazo humano que la proyecta, por cierto, más allá de nuestras fronteras y que la convierte también en patrimonio universal”, señaló la presidenta Michelle Bachelet, que recordó que Chile se prepara para conmemorar su centenario en 2017. “Violeta Parra está viva y sigue cuestionando nuestras certezas, remeciendo las ideas fijas sobre nuestra identidad y llamándonos a repensar Chile”, indicó la mandataria, que desde su primer Gobierno (2006-2010) fue la principal impulsora de la creación del museo dedicado a la autora de himnos como Gracias a la vida.
A pocos metros de uno de los centros neurálgicos de Santiago de Chile, la Plaza Italia, el Museo Violeta Parra promete convertirse en un paso obligado para turistas y para los propios chilenos, quienes por primera vez tienen la posibilidad de ver el conjunto de su obra en un solo lugar.
Legado musical
El pasado martes, cuando el museo abrió sus puertas al público, decenas de personas y escuelas públicas esperaban para ingresar al moderno edificio de 1.350 metros cuadrados, distribuidos en dos plantas, construido para cobijar este homenaje.
Dos salas de exhibición, un espacio dedicado a los niños, una cabina de proyección audiovisual, una cafetería, una tienda y un auditorio que fue estrenado por Isabel Parra, una de las hijas de Violeta. Cantautora como la madre y defensora de su legado por medio de una fundación, inauguró el salón con el esquinazo (género folk chileno) Vengo toda avergonzada, junto al italiano Roberto Trenca. Como tantas otras, fue una de las canciones recopiladas por Violeta en los años en que se sumergió en el campo chileno para rescatar un legado musical que a mediados del siglo XX amenazaba con desaparecer.
“La inauguración de este proyecto, que tardó décadas y tuvo muchas dificultades, es importante para la familia chilena”, señala su hija sobre el museo. “Violeta vivió en un período en que la condición femenina era más difícil de instalar en la vida de los países que ahora”. Su hermano Ángel, también folklorista, que vive en París, había apuntado a la desigualdad de género en su discurso del día de la inauguración. “En una sociedad machista como la nuestra, de derecha y de izquierda, mujeres como Gabriela Mistral, Violeta Parra, Gladys Marín y usted han tenido que batallar duro para sacarse de encima las telarañas ancestrales que intentan asfixiarlas”, señaló Ángel, dirigiéndose a la presidenta Bachelet.
Al museo se accede por una escalera con los versos de Defensa de Violeta Parra, escritos por su hermano mayor, Nicanor, de 101 años y Premio Cervantes 2011. La música de la cantautora se escucha a lo largo de toda la visita y algunos de sus temas más conocidos se pueden apreciar si se acerca el oído a uno de los troncos del bosque sonoro, una instalación especialmente atractiva para los niños.
El espacio está fundamentalmente dedicado a la obra plástica de Parra, quizás su faceta menos conocida en Chile. El director del museo, Leonardo Mellado, explica que “se exhiben en torno a las 30 piezas y objetos relacionados con la artista, como arpilleras, óleos, papel maché, el arpa y guitarrón que usaba Violeta y distintos documentos”. Antes de llegar a exhibirse, tanto la familia como la Fundación Violeta Parra tuvieron que emprender un complejo y largo camino para recopilar una obra desperdigada por el mundo.
Su propio hijo, Ángel, dio una sorpresa el día de la inauguración: anunció que una pareja de amigos franceses de su madre donó un óleo llamado La justicia del mundo que Violeta les había regalado para su boda en mayo de 1964, tres años antes de quitarse la vida.
Fuente: El País
Contra la Guerra, la obra inédita con la que el Museo Violeta Parra abre sus puertas
Es 1960 y la cantautora Violeta Parra se sobrepone a un aguacero para vivir sus días más brillantes. El año anterior, una hepatitis la lanzó a la cama por ocho meses y la obligó a alejarse de los escenarios y de sus investigaciones por el campo sobre los orígenes del folclor local. Sin embargo, en su catre de La Reina, se reforzaría su faceta de artista visual: allí la autora de Gracias a la vida se concentró en bordar y pintar como nunca antes, hasta el punto de que en diciembre de ese año arma su primera exposición de óleos y arpilleras en la Feria de Artes Plásticas del Parque Forestal. No fue lo único que la hizo feliz.
Un par de meses antes, ya recuperada, el 4 de octubre, día de su cumpleaños, conoce al músico suizo Gilbert Favre, su última pareja. El la haría acercarse más a Europa, vivieron juntos entre Francia y Suiza, y sería su gran apoyo cuando en 1964 la artista llegue a exponer sus arpilleras, óleos y esculturas en alambre en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre.
El próximo domingo 4 de octubre se sumará un nuevo significado a la fecha: ese día, tras años de gestiones, se inaugura en una ceremonia privada el Museo Violeta Parra, que albergará parte importante de la obra visual de la artista. Dos días después, el martes 6, abrirá oficialmente sus puertas a público. Allí estará la colección de 47 óleos, arpilleras y obras en papel maché, pertenecientes a la Fundación Violeta Parra, que en 2007 fue traspasada en comodato para ser exhibidas en el Centro Cultural La Moneda. Todas menos una.
La arpillera Contra la guerra (1963), la pieza número 48 de la colección, fue la única de las obras que en los años 90 regresaron a Chile desde Ginebra, pero que en lugar de ser guardada por su hija Isabel y exhibida en el CCPLM, terminó colgada en una pared de la casa de su otro hijo, Angel. Desde allí no se movió hasta fines de agosto pasado, cuando fue trasladada al museo.
Se trata de una de las obras más emblemáticas de Violeta Parra, y quizás de las más deterioradas. “Hubo poco tiempo para analizarla, pero sí pudimos consolidarla para que no siga dañándose. Esta obra la conocí en los 90 cuando llega a la mesa de mi compañera de taller, la restauradora Alejandra Castro. Reencontrármela es un desafío de investigación que recién comienza”, dice la conservadora del museo Ana Anselmo, quien ha trabajado en la recuperación de toda la colección junto a Camila Muñoz.
En la obra, bordada con lana en tela de yute, aparece la propia Violeta Parra, según explicó en una entrevista realizada en Ginebra en 1965, por la periodista Madeleine Brumage. En ella refleja su sentir sobre los desordenes políticos de Chile y el mundo: “Lo primero que vemos son personajes que aman la paz. La primera (de morado) soy yo porque es el color de mi nombre. Estoy acompañada por un amigo argentino, una amiga chilena y una indígena. Las flores de cada personaje corresponden a sus almas. El fusil representa la guerra y la muerte”, cuenta Violeta en la grabación. “Para mí, la pintura es el punto triste y oscuro de la vida. En ella trato de expresar lo más profundo del ser humano. Mientras que la tapicería es la parte alegre”, revela.
Fuente: La Tercera